Mis zapatillas “montañeras”

pataMe acompañaron a todo viaje a donde fui.
En Canta, me llevaron en caminata a Obrajillo y por poco al pueblito de San Miguel (que visitare pronto).
En Chosica, me ayudo a cruzar, bordear, subir y bajar resbalando a veces por las redondas piedras a las laderas del río. Y en otra ocasión, también en Chosica en camaradería con la gente de la chamba de ese entonces, clavó mi pie al suelo y me hizo ganar para asombro de todos en “jalando la soga” al “zapallón”, un pata cholón y agarrado.
En Matucana, me ayudo a escalar por el interminable y zigzagueante camino alrededor de los cerros sembrado de guijarros y tierra y me hizo caminar sobre el barro formado por el salpicón de agua helada de la cascada arriba en el cerro donde terminaba el camino, me ayudo ya sin esfuerzo en la rápida bajada para descansar en la plaza de armas del pueblo comiendo el delicioso picante de Cuy que nos ofreció la tía Aleja en la entrada principal del mercado.
En Churin me salvo de resbalar por el suelo humedecido al redor del velo de la novia y los baños termales, me llevo por el empinado camino hacia lo alto del cerro al criadero de truchas.
Acompaño mis pasos en Huaraz, cuando me faltaban fuerzas para subir por el accidentado sendero hacia Pastoruri cuando capture la foto de arriba, mi primer huella en la nieve, la huella de mi zapatilla que se ganó la chapa de “montañera” por que andaba de montaña en montaña, de río en río y en este caso, sobre la nieve.

No era cualquier zapatilla, era chevere, cómoda, tenía su estilacho, era una zapatilla chusquita, de marca desconocida que compre en un mercado de Lince hace ya algunos años, confeccionada por algún zapatero experto, amante de su oficio que pudo elaborar su mejor producto, sin saber que llegaría a mis pies (no a mis manos) para acompañarme a donde yo fuera o quisiera ir.

Pero por que tanta nostalgia por unas simples zapatillas y además chuscas, pues, mis zapatillas “montañeras” ya fueron, de pronto envejecieron y a pesar de haber aguantado tanto camino aventurero, decidieron a voluntad propia y después de regular cantidad de años para un par de zapatillas, descansar. En honor a ellas este post, ya que en ese sentido me encariño con este tipo de cosas, por que estas zapatillas me acompañaron buen tiempo y me brindaron comodidad, en una época de mi vida en la que pude viajar y viajar y viajar…

Pero la vida continua, asi que ya le di reemplazo (por necesidad) compre un nuevo par de inexpertas zapatillas que ojala igualen a mis queridas zapatillas “montañeras”. Para tal fin, luego de caminar por el Jirón de La Unión, regresé a una tienda conocida, “Sak’s”, la tiendita del tío Rubén quien por más de veinte años conserva su tienda de calzado en la cuadra cinco número quinientos dieciséis del jirón, imagino que tantos años por la calidez de atención: vas por un par de zapatos y sales convencido de una buena compra, con consejos además para conservar tu calzado. En si, el tío Rubén, sabe vender.

Olvidando al tío Rubén solo me queda decir, gracias zapatillas “montañeras” por los caminos que me ayudaste a recorrer y perdón si te di más camino del que debiste soportar.

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