Tradición masculina de fin de año

Es víspera de año nuevo, el último día del año caía un jueves por la noche y de hecho, era oportuno para descansar, a algunos nos dieron toda la semana libre y lo primero que pensamos fue compartir con los amigos, la familia y nuestras respectivas novias, de hecho, es en este momento de relax donde se inicia esta tradición, pues, a  la flaquita de nuestro querer, nuestra costillita de Adán, de Jorge o José, se le ocurre ir de compras y sonriente y candorosa, nos extiende la invitación con esa mirada tan linda, tan linda que te da sentimiento de culpa el dar un no de respuesta.
Es que nuestra flaquita nos quiere mucho y para la fiesta de año nuevo, sólo quiere arreglarse y vestirse bien para su gordito y quien más que el gordito para ayudarle a escoger tal o cual prenda o escogerle un color bonito o combinaciones que la hagan lucir espectacular... 
Este año, la tradición comenzó un lunes y miles de parejas salieron al atardecer a abarrotar las tiendas y centros comerciales abundantes hoy en nuestra ciudad.
De hecho, las compras relajan un poco, es como un paseo donde puedes ver cosas que podrías comprar y de hecho las compraras, pero todavía no, mañana tal vez o la próxima semana, si, mejor el próximo mes... ahora sólo importa comprar el chachá nuevo, el calzoncillo amarillo, las velas... bueno, cábalas que aprende el gordito de su flaquita para recibir un mejor año, previo baño de florecimiento porsupuesto.
Ya de compras, el hombre es práctico, ve algo que le gusta, lo revisa, se lo prueba y ya está... es consciente de su realidad, si es flaco o es gordo, que más da, la ropa le queda bien... ¿en que caja pago?... es todo.
En el caso de la  mujer, es diferente, muy diferente...
Lo primero es llegar a la tienda y dar vueltas por ahí, segundo piso, pasillo cuatro, sección mujeres... paraíso tropical... a ver, mira esto gordito... ¿me quedará?... ¿y esto?... si, puede ser, ¿no gordito?...
Y en el camino van cogiendo vestidos, polos, blusas, faldas, ropa interior... con dirección al probador, pero, al llegar ahi, la cola para probarse las cosas, desanima a tu flaquita y lo piensa mejor, deja todo y te sugiere ir a otro distrito, otra tienda donde haya menos gente, si, mejor eso, otra tienda... y luego te descubres en el taxi, rumbo a otra tienda oyendo a tu flaca quien te pregunta por el vestido ese, cremita con puntitos blancos, si le quedara bien y no sabes que responder por que no sabes de que vestido te habla por que no se lo probó ni te lo enseñó, asi que sólo atinas a decir que... "combina con tu piel clara"... ¿y la blusa floreadita, que te pareció? (?)... Desde ese día para adelante, preguntas como esa nos tendrán al filo de la navaja, entre la espada y la pared, al borde del abismo...
Por suerte llegas a tu destino, bajas del taxi, pero ella ya se aburrió y dice que mejor mañana por que ya no quiere ir de compras, esta estresada y tiene ganas de comer algo, pero sólo una ensalada por que se tiene que cuidar, por que la dieta de legumbres y cereales ha dado resultados y no se puede descuidar, sin embargo termina pidiendo una probadita de los nuggets que pediste y empujándose todas tus papas fritas con semejante ansiedad que sorprende para luego sentirse culpable por descuidar su dieta y responsabilizarte por no haberla detenido...
Este es el primer día, los siguientes días serán similares e imposiblemente impacientes...
Al otro día, ya en otra tienda, en otro distrito, por suerte con varias tiendas aledañas, el paseo es de tienda en tienda, las ropas son anticuadas, modelos pasados, colores feos, nada le puede gustar y avanza increíblemente rápido jalando tu mano para aquí y para allá, coge una prenda, la sobrepone a su pecho y te pregunta ¿que tal?, ¿que tal?... sólo atinas a decir que se le ve bien pero que se lo pruebe... y así pasan las horas y a minutos de cerrar la tienda, aún no se ha probado nada ni decidido por algo...
Al siguiente día, nuevamente, entre tiendas y distritos, de aquí para allá, pero esta vez si cogió algo, esta vez si la vez decidida y con varias prendas se dirige al vestidor y hace su colita... es el momento, aprovechas y le dices que irás a comprarte algo mientras ella se prueba la ropa escogida.
Das una vuelta, menos de quince minutos, miras, revisas, te pruebas la ropa (los vestidores de hombre por lo general están vacíos) y pagas, eso es todo... regresas a los otros probadores, donde estaba tu flaquita y ya no la ves haciendo cola, bueno, al menos ya está en los probadores... en ese momento, ves una oferta de pijamas para mujer, al lado blusas y más allá brasieres y biquinis... si, estas en la sección de ropa femenina, paltea un poco, sin embargo, te das cuenda que dos pasos más allá, hay otro patita, con una bolsa de la tienda (asumo que ya compró para el), palteado al igual que yo, volteo para el otro lado y otro patita, nuestras miradas se cruzan y al ver en su rostro resignación, como en un lenguaje interior transmitido de generación en generación, comprendo, no soy el único, silenciosamente esperamos, cumpliendo cabalmente la tradición masculina de fin de año...
Pero aún no acaba, es el tercer día de compras y en nuestra flaquita el estrés se ha multiplicado y esparcido, se ha vuelto sensible, irritable, le ha cambiado la mirada, está desesperada... oyes que te llaman de los probadores, es ella quien vocifera para que la oigas, entonces vas, de seguro te pedirá opinión... ¿como me queda?, ¿me veo bien?, ¿dime la verdad?, ¿me veo bien?... 
Bueno, tienes que decir la verdad, te lo están pidiendo, que compromiso... te pones nervioso, hace calor y estás sudoroso... ¿que hacer?... bueno, la verdad... esteee... si te queda bien... solo que... mira, como te digo...
— !!!Haaaaaablaaaaa¡¡¡, !!!dime si me queda bien¡¡¡, !por que piensas tanto¡ — te dice subiendo ligeramente el tono de su voz...
— Bueno... es que... por aqui se nota un rollito — atinas a decir...
Pero ojalá nunca lo hubieras mencionado, por que te vuelves el malo, el fregado del cuento y el que nunca está contento con nada, el que siempre le dice que está gorda, que si no le gustas por que estas con ella, que entonces por que no te buscas una flaca escuálida que si este bien, o una de tus amigas las quitacalzon que tanto te gustan (?)...
La situación se vuelve insostenible y te disgustas, no por el estallido de emociones sino por que la cojuda se ofuscó y no compro nada tampoco hoy...
Bueno pues, al día siguiente lo mejor es dejarla ir sola y así sucede, a lo mejor ella sola se decida al fin y llegue bien vestidita al fin de año... sin embargo, igual te llama al celular para decirte el avance de sus compras... encontró una blusita y te llama para describírtela y hacerte la pregunta, ¿que tal me quedara? pero que le puedes decir, solo le dices que se la pruebe y si le gusta que se la compre... aquí termina nuestra participación, hay muchas cosas que hacer, es jueves treintiuno de diciembre de dos mil nueve son las siete de la noche y tu flaquita te llamó para decirte que ya compró todo y está feliz... sólo falta ir a la peluquería...
En ese momento no te queda otra que reírte y esperar que no reniegue en la peluquería...
Llega la hora indicada, faltan pocos minutos para las doce y te reencuentras con tu flaquita y cuando ves el resultado de los últimos tres días, no te decepcionas, tu flaquita se ve hermosa, hermosa como ninguna con el cabello lacio y sonrisota de oreja a oreja, te acercas, le das un beso y le dices... ¡Feliz año mi amor!


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