Machu Picchu y yo: Preámbulo

El amor y orgullo que siento por mi patria y mi cultura, me ha llevado a conocer algunos rinconcitos de mi país, de cada uno de ellos puedo decir mil maravillas y muchas experiencias que enriquecieron mi vida.
Dicen que todo peruano, antes de salir al extranjero, debe conocer la grandeza de su país y sobretodo, conocer Cusco y Machu Picchu... por eso decidi conocer Cusco, sus ciudadelas y el misterio que ronda a cada una de ellas. Quise ir a Cusco y empaparme de cultura, enriquecer mis raíces andinas, saber mas de mi gente.
Viajar a Cusco fue toda una travesía, primero por que quise llevar a mi viejita, la mujer de mi cucharón, pero esta tía es fan de su cocina y de su rutina. Imaginaran lo difícil que fue convencerla para el viaje, tuve que intentar muchas cosas, involucrar a otras personas, planear con ellos algunas trampitas como para atraparla, como para interesarla, pero la tia nada de nada, al final el viejo truco del gato con botas, esa infalible mirada matadora que enternece y doblega hasta el corazon mas terco, si, esa técnica me sirvió... Al final la viejita acepto como dice el chavo "sin querer queriendo".
Este fue el primer paso, lo demás simplemente sucedió y semanas antes del viaje, mi viejita ya tenia hecha sus maletas. El viaje se planeó para despedir el dos mil once y recibir el dos mil doce con energías positivas. El día del viaje, se despertó a las cinco de la mañana y esperó a que pasara por ella, para variar, a mi carro se le bajo la batería y tuve que irme en taxi a recoger a las dos tías: mi amá y su hermanita gordita, osea, mis madres. Y eso que el avión en teoría salía a las diez de la mañana, pero termino saliendo a pocos minutos de las once. Esto ocasiono que llegáramos tarde a Cusco y el city tour ya había empezado asi que a darle el alcance a toda prisa, por suerte nos recogió un pata de la agencia y nos llevó a la plaza de armas donde ya estaba el guía con toda la gentita. Estaba lloviendo un poco asi que sacamos los ponchitos de plástico y nos cubrimos hasta que entramos a la catedral donde nos quedamos boquiabiertos por la cantidad de oro y plata que adornaba a los jesúses y santos, lo particular de los cuadros cuzqueños, en fin, algo incomparable. Lo malo es que no dejaban tomar fotos ni filmar nada, asi que tuve que conformarme con la experiencia.
En ese momento, la preocupación se apodero de mi ya que, el patita que nos recogió en el aeropuerto, nos dejo en la Plaza de Armas y "dizque" iba a llevar nuestro equipaje al hotel... Yo totalmente desconfiado, le pregunté inmediatamente nombre, apellido y deenei, al toque empecé a llamar a la agencia para que me den referencias del señor, pero nada. No me contestaban. Cuando llegamos a la Plaza de Armas, donde nos dejó el patita este, mi tía y mi mamá me decían que confíe en el señor que como se iba a llevar nuestras cosas, que las llevara "nomás" al hotel y que ya después las recogíamos, que se nos hacía tarde... Pobrecitas, tan lindas e inocentes ellas, faltas de experiencia en viajes, ya no dije nada para no preocuparlas, así que decidí arriesgarme y mandar a Jesús (nombre con el que se identificó) con nuestro equipaje... ¡adiós equipaje!, ¡adiós!.
Mi madre y mi tía no cabían en si de gozo y asombro y estaban totalmente entretenidas con lo que el guia les decía, yo, pensaba en mi equipaje...
Luego de eso, saliendo de la Catedral, caminamos por unas callecitas empedradas y angostas hasta llegar al Coricancha, recinto sagrado de los antiguos que sirvió de cimientos para la construcción de un conventucho.
Yo seguía pensando en mi equipaje y en la cara de Jesús, el que nos recogió, en ese momento, ya pensaba que mi equipaje estaba en manos extrañas y que el tal jesusito ese tenía cara de choro, que ya se habían rebuscado mis cosas y las de mi mamá y mi tía, ya me sentía desvalijado y sólo con los trapos que traía encima... ¡ay mi equipaje!, ¡ay mi equipaje!, ¡tanto que lo quería!...
City Tour, Sacsayhuaman, Qenqo y Puca Pucara, templos y fortalezas impresionantes que conocimos el primer día en Cusco, este primer día estuvimos sin pisar el hotel y sin saber nada de nuestro equipaje hasta las seis y media de la tarde aproximadamente. Imaginen pues, a esa hora mi tía y mi mamá no cabían en si de gozo, claro pues, ya conocían en vivo y en directo al igual que yo, las ruinas incas que hasta el momento solo habían visto en la televisión o por fotos en esas enciclopedias ilustradas clásicas que colecciona mi madre. Y por su equipaje ni preguntaban, solo yo era el que se comía las uñas pensando que nuestro equipaje había pasado a mejor vida...



Llegamos al hotel y lo primero que hice fue preguntar por mi equipaje, la recepcionista con cara de duda me preguntó a quien se lo había entregado... ¡¡¡queeeeeeeeee!!!, ¿es que no saben nada de mi equipaje?, ¡lo sabía!, ¡lo sabía!, tanta espera me había puesto nervioso ya iba a estallar cuando me dijeron que ellos trabajaban con varias agencias y que ese día al menos tres le habían dejado equipajes... ¡aiá!... eso me sereno un poco, pues, podía ser que mi equipaje este por ahí y... el señor Jesús si había dejado nuestro equipaje en el hotel y ahí estaba... je, je, es que yo siempre lo supe y desde el momento en que vi a Jesusito dije, este es mi pata y no creo que se lleve mis cosas, si tiene cara de honrado, si pues, era alguien de confianza.
Lo que si me asó fue cuando pregunté por mi reservación y me enteré que mi cuarto se lo habían dado a otro... ahí empezaron los problemas con este hotel, el hotel Samay para ser precisos. Mi cuarto grandazo se lo dieron a otro a pesar que estaba reservado y encima por la fecha ya no había cuartos, por tal motivo, me acomodaron en un cuartito pequeño que olía a humedad y en el que cabían dos camas con las justas... recontra asado por que no podía hacer nada, además del ratazo que me hicieron esperar en recepción, era eso o quedarme sin cuarto, a mis madres les daba igual el cuarto así que tuve que aceptar para no llevar las cosas al extremo. Eso no fue todo, ya les había aceptado la suite "peoresnada", nos iban a llevar el equipaje al cuarto y luego vino el segundo problema, el ascensor "estaba en mantenimiento" hasta el día siguiente... ¡ah nooooo!!!, ¡ah nooooo!!!, ¡agarrenme que me voy y le saco la ...!, no pues, así no juega Perú, por mi no había problema, pero mis madres ya pasan los sesenta y como iban a subir al tercer piso por las escaleras con sus reumas a cuestas... ¡no se pasen pues!... no nos quedó otra, a subir por las escaleras, como era nuestro primer día en Cusco, la cabeza me dolía a latidos de ballena azul y mis madres apenas llegaron al tercer piso... ustedes creen que ahí quedó la cosa, no, eso no fue todo, sucedió que los colchones hacían honor a las ciudadelas incas y a los rocones que las caracterizan, si pues, eran recontra duros, sinceramente, los colchones mas duros que me han tocado en un hotel, de eso si se dieron cuenta mis madres, pero, como era ya tarde y el cuerpo estaba cansado, sin prisa se nos cerraron los ojos hasta el día siguiente...
Al abrir los ojos, no sentía el cuerpo, algo había pasado y era simple, mi cuerpo estaba molido por el colchón-piedra sobre el que había dormido. Mis madres se sentían igual, pero la expectativa del tour al Valle Sagrado las hizo levantarse con buen humor, lo que me hizo olvidar el desastre en mi cuerpo, nada que un delicioso baño de agua helada de los andes no pueda quitar, después de un baño estuve renovado y mis madres mas. Salimos del cuarto a tomar el ascensor que en teoría debía funcionar, pero... seguía "en mantenimiento"... mas escaleras para las tías, esta vez hasta el sótano donde servían el desayuno buffet del hotel, luego nos recogerían para el tour de ese día.

Bueno, ahorraré tiempo: el hotel Samay es un pésimo hotel, no lo recomiendo para nada, por una diferencia de diez dólares por persona en relación a otro hotel, les recomiendo tomar el otro. El ascensor estuvo malogrado los cuatro días que me hospedé, mi reservación se hizo con un mes de anticipación, sin embargo mi cuarto se lo dieron a otra persona y me dieron un cuarto pequeño con olor a humedad y encima ni siquiera me hicieron un reembolso, ni una disculpa al menos, los colchones eran durísimos, me los cambiaron a solicitud al segundo día pero los nuevos estaban igual, el wifi era pésimo a pesar de estar a unos metros de su módem, el personal de recepción siempre está desinformado, encima de todo, el check out es a las diez de la mañana y ni siquiera por los percances me permitieron quedarme minutos más, retiraron mi equipaje del cuarto o'clock (luego me enteré que en el Cusco el check out es a esa hora).

Partimos rumbo a Ollantaytambo, de camino pasamos por el pueblo de Pisac, conocimos al cóndor de Pisac que, según nos explicó René nuestro guía, es un cerro que tiene la figura del ave rapaz.

Ya en el pueblo, nos detuvimos un momento para ir de "choping" (si, con "ch" de cholo) en el mercado de Pisac donde hay de todo si quieres llevarte un recuerdo de Cusco, hay desde joyas en oro y plata, hasta abrigos, chompas y chullos de alpaca, piedras, cuarzos, cerámicas, zapatos y zapatillas tejidas con detalles andinos, etc. Lo primero que hice fue buscar las calabazas buriladas que colecciono y si, encontré una gran variedad, sin embargo, para una persona como yo, los precios de este mercado son demasiado elevados (ya les contaré), si sólo visitarás Pisac, aprovecha y compra, pero si visitarás otros pueblos, mejor reservarse por que encontrarás buenos precios en Chinchero por ejemplo, aunque si, no puedo negarlo, la variedad de cosas en Pisac es mayor que en otros mercados.

Luego de un rato nos recogió el bus nuevamente y después de otro trayecto de paisajes verdes y carretera, llegamos al restaurante Muña que tenía un buffet que estaba a pedir de boca y con el cual saciamos la hombrecito que ya se venía sintiendo.
Al medio día llegamos a Ollantaytambo, una fortaleza impresionante, como ya dije, las fotos de la enciclopedia se quedan chicas para describir su magnificencia, al estar aquí uno se pregunta como pudieron hacer nuestros antepasados para construir todo esto con semejantes rocazas y luego la respuesta salta por si sola: pertenecemos a una raza de gente hábil y de una dieta andina poderosa, por algo los cholos somos recios, de músculos forjados por el trabajo en la tierra, piel endurecida por el frío y temple de acero, resultado de los embates de la naturaleza.

A estas alturas (alturas andinas) ya el pulmón se me había llenado de aire denso y puro, estaba tonificado, lo que me sirvió para subir hasta arriba por una hilera interminable de peldaños que se encargaron de sacarme todo el aire que había respirado, pero valió la pena, desde lo alto el panorama es otro, la vista es espectacular y se domina todo el valle, ya me sentía yo, mismo inca y desde lo alto quería dirigirle una palabra a mis súbditos que se veían como hormigas abajo... no se como llegue hasta arriba, pero lo que si sé es que una charapita se me había pegado como lapa y me pedía que le tome fotos con su cámara y luego ella correspondía tomandome otras, bueno, en ocasiones como esta, un favorcito se le hace a cualquiera, pero la charapita al parecer quería otro tipo de favores... si pues, terminamos hablando de todo un poco, que donde se hospedaba, que había venido sola al Cusco, que el año nuevo iba a ir a la plaza de armas, que le gustan las aventuras (viajes o deporte imaginé), ustedes saben, siempre es bueno ayudar a las amigas ocasionales, sobre todo si son tan amigables, además se le veía tan solita e indefensa, sin nadie que le pueda tomar sus fotitos... para mi suerte, mi tía y mi mamá que no pudieron subir hasta lo alto me esperaban abajo y el ojo suspicaz de mi tía ya se había ganado con el pase y me estaba clavando en la espalda desde abajo esa mirada recelosa que ni bien llegue a tierra firme empezó a interrogarme y a hacerme recordar que Erickita esto y Erickita lo otro, así que sólo me despedí de Verónica, mi amiga de caminata en Ollantaytambo, adiós Veroniquita...
Estabamos cansados, los tres, aún faltaba conocer Chinchero, donde nos alcanzaría el atardecer. Así fue, en Chinchero conocimos el proceso de teñido, hilado y tejido de la lana de Alpaca, de ahí nos fuimos a una de las iglesias del pueblo, construída sobre los cimientos de otro templo inca, en esta iglesia habían pinturas y esculturas antiquísimas que sólo podíamos ver para contar ya que no permitían filmar ni tomar fotos como en la catedral de Cusco. Aquí el atardecer es espectacular...


Es en Chinchero donde hay una callecita en bajada que tiene sus tienditas donde podemos encontrar objetos y recuerdos, con bastante diferencia de precio, si, mas baratos, algunos casi con el cincuenta por ciento de diferencia, es lo que les decía comparando precios con Pisac, lamentablemente, ya había gastado en Pisac, así que solo compre una que otra cosita.
De regreso al hotel.
Llegamos de noche y teníamos hambre, pero una de esas hambres que solo te dan cuando estas dispuesto a devorar de todo, lo que sea, lo primero que te pongan en frente, si, de esas hambres estoy hablando. Yo soy cholito y como de todo, soy abierto a todo tipo de manjares, mi paladar no es tan exigente, mis madres igual, aunque queríamos comer Cuy, si, nuestro roedor bandera, cocinado al estilo Cusco y eso fue lo que buscamos. Llegamos a la plaza de armas de Cusco, de noche y nos dimos con la sorpresa que aquí solo hay precios para turistas, la comida está bien cara comparada con otros lugares que conocimos el ultimo día que estuvimos en Cusco. Ni modo, decidimos aguantar un poco nuestro antojo a Cuy y nos conformamos con una deliciosa parrilla Andina que traía Cuy, Alpaca, Res, anticuchos, papita y rocoto relleno, acompañada con un delicioso y calientito Chupe de Camarones que estaba riquichichichimo...
Al día siguiente nos tocaba Machu Picchu y según lo que cuenta todo el mundo, es la ruina inca más complicada, teníamos que guardar energías así que luego de la cena, regresamos al hotel donde nos cansamos más que en Ollantaytambo subiendo nuevamente las escaleras por que no funcionaba el ascensor... una bañadita y al sobre, al día siguiente culminaríamos nuestra visita al Cusco, visitando la ruina emblemática de esta ciudad, por fín el motivo del viaje sería cumplido, Machu Picchu nos esperaba, pero esa, esa es otra historia...

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