Diario de viaje: día 5

Amanecí por los ruidos de los albañiles en una casa aledaña que está en plena construcción, bañito, paquete de Pedregal y al punto. Nueve de la mañana clavadito, pero no abrían la agencia, la gente ya hacia su cola, pero no había ni rastro de la persona que abriría la agencia. 
Ni modo, aproveche para ir al mercado del día anterior para desayunar. 
Como ha cambiado Pedregal, estuve por aquí hace como cinco años y como su nombre lo dice, todo era piedra y tierra, las casas eran de estera, parecía un pueblo fantasma. Ahora hay bastante comercio, casas de material noble, pistas, parques, están todos los bancos y mucho movimiento. 
Llegue al mercado y encontré las clásicas sopas de desayuno, malaya frita, lomo saltado, tallarines verdes, pero yo quería café. Buscando encontré un puesto donde tenían en el menú pescado frito, pregunté qué pescado era y me dijeron jurel... yeahhhhh!!!, trai pa'ca que me sirvo solo... pedí mi jurelito frito y un filetito más, venía acompañado de arroz, papas fritas y ensalada, pero nada de café, aún así, rico, muy rico, acompañado de agua de cebada calientita, lo mejor de lo mejor. 


Así estaba destrozando mi jurel cuando un par músicos callejeros pasaron cantando: que linda flor, que linda flor... que linda flor es esa chiquilla, esa chiqiiiiiiilla... ya no pues, comida rica y recuerdos de buenas épocas, no pues, es lo mejor. Recordé mi viaje a Huaraz y a mi flaquita, lo máximo. 
Luego terminé mi trabajo y con la misma, la salida de Pedregal, rumbo a Arequipa y de ahí a Moquegua. Espero llegar a buena hora para hacer al menos un punto. 
Llegando a Arequipa en el paradero de minivans sentí un olorcito que me hizo volar hasta un carrito de chicharrones, no pues, sirve un poquito antes de salir para Moquegua y la tía me sirvió un platito con mote, chuño negro, papas doradas, jugos chicharrón y cebollita con hierba buena. 
Delicioso, simplemente delicioso. 
Ahora sí, corre, corre, envié mi paquete a  Cusco y corre que corre tome un bus a Moquegua que me dijo la chica llegaba antes de las seis a Moquegua te lo juro por diosito. Pero ya subido al bus, me estuvieron horneando por casi media hora, el calor era insoportable, pero ni modo, tenía que esperar ya estaba adentro. El bus salió con media hora de retraso y yo que gritaba por dentro: ¡Apúrate!, ¡apúrate!. La próxima vez si tomaré el curso de teletransportación con Son Goku. 
Nos dieron las tres, las cuatro y ya se acaban las cinco de la tarde, a veinte para las seis, según “gugle maps” faltaban  once minutos para llegar a Moquegua, si la hacía, ya me estaba preparando para salir corriendo por encima de asientos y pasajeros, tomaba mi taxi y sobradazo llegaba al punto antes que cierren a las seis. Todo estaba fríamente calculado pero... SENASA. A pocos minutos de Moquegua hay un punto de control donde obligatoriamente te hacen bajar con todas tus cosas para escanearlas mismo aeropuerto. Me cagaron. 
Llegue a Moquegua a las seis y nueve minutos, ni modo, ya estaba fuera de hora. 
Me fui en busca de un hospedaje, de ser necesario al frente del punto para empezar a primera hora, luego cenita y al sobre dejando todo listo para aprovechar el tiempo perdido al día siguiente. 


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