Diario de viaje: Día 9

Llegamos a Cusco a la una y cuarenta de la madrugada, mi idea era ir al terminal y dormir ahí a esperar el bus que sale a las cinco de la mañana pero el taxi que tomé, me dijo que habían autos que salían a esa hora a Abancay... ¿si?, ya pe' llévame, me cobró cinco soles y me llevó a la calle San Martín, a tres cuadras del óvalo Pachacutec donde salen los autos para Abancay, el único detalle es que había que esperar que completen cuatro pasajeros, conmigo iban dos pasajeros.
Y dieron las dos de la madrugada y no aparecía nadie. Solo el chofer, un pasajero y yo dentro del auto a la espera de dos personas más. Estábamos a dos grados de temperatura y lo mejor era esperar dentro del auto. El chofer y pasajero se quedaron dormidos pero yo, yo solo pedía que se aparecieran de una vez los pasajeros que faltaban, primero para completar la plaza y segundo para hacernos calorcito por qué me cagaba de frío.
Las tres de la madrugada. Sigue la espera. No llega nadie. Parece que era la hora tope por que el chofer bajó un rato, dio un par de vueltas, regreso al carro, lo encendió y ahí nos fuimos, rumbo a Abancay, me imagino que recogerá pasajeros en el camino.
Como ya salimos, poco a poco me fue ganando el sueño y me quedé dormido.
Estaba durmiendo bien rico, no se cuanto tiempo pasó desde que arrancamos en Cusco, todavía era de noche, el auto paró y recogió a dos tías lugareñas que venían con sus polleras completitas así que mi sueño mejoró por que ahora estaba calientito.
Me volví a dormir.
No se cuanto tiempo más paso, seguía de noche y se bajaron las tías polleronas y no sé si fue por ellas que no sentía las curvas. Desde ese momento no pude dormir. ¿Porque?, es mi primer viaje a Abancay, descubrí que el camino es curva, curva y más curva, cuando el carro giraba a la izquierda, me iba a la derecha, cuando el carro giraba a la derecha, me iba a la izquierda, yo estaba de contrapeso en el asiento de atrás. Cómo podrán imaginar, no pude dormir todo el trayecto, entre curva y curva, entre cerros y noche oscura, hasta que en la oscuridad apareció a lo lejos, allá abajo como un mapa de luces la ciudad de Abancay, pero faltaba aún para llegar, empezó a clarear el día, aún no llegábamos y aún no terminaban las curvas.
Llegue a Abancay a eso de las seis de la mañana, todo batido y me dejaron justo frente a la agencia que abriría recién a las nueve.
Asu mare!, Hacía frío, el doble de frío de los otros lugares en donde estuve, tuve que ponerme al toque otra casaca para aguantar tantito.
Ya abrigadito, suspire y me dije, está es la tierra de mis ancestros, por fin llegué aquí.
Toda una vida de historias acerca de esta tierra y ya estaba aquí, sin guía alguna y de paso, no podría estar mucho tiempo.
Me fui al mercado y me emociono un poco ver un letrero en tres idiomas: español, quechua e inglés. Como siempre, solo había caldos de desayuno y todavía estaban preparando, está vez si quería caldo para despertar un poco por qué me estaba ganando el sueño.
Encontré en el segundo piso a la señora Beatriz que se especializa en caldo de Cuy. Según me cuenta, ella es la que invento este plato y que luego se lo han copiado. Puede ser por que te sirve un delicioso y humeante plato de caldo de quinua y chuño entero acompañado con una porción de mote y hierbabuena picadita, claro, también viene con su presa de Cuy sancochada, deliciosa y gelatinosa, ¡ahhhhhhh!, de tan solo recordar esa mezcla de sabores, empiezo a salivar.
Me despedí de la tía Beatriz agradeciendo tan delicioso plato.
Me fui a pasear por la plaza de armas y llame a la tía más Tia de todas las tías quien me dijo que no conocía Abancay (?) y que en realidad su terruño era Andahuaylas... ¡también voy por ahí¡, ¡también voy por ahí¡... ya, ya, hijo, no regreses sin comer chicharrón y Cuy frito y muchas bendiciones... ay mamita tus bendiciones siempre son bien recibidas, ya conoceré tu terruño.



Espere unas horas más pelándome de frío frente a la agencia hasta que abrió, hice mi chamba y con la misma tome un taxi por cuatro soles que me llevó a la calle las Américas que es de donde salen los autos a Andahuaylas por veinticinco soles.
Ya en el auto partimos a Andahuaylas y... ¡otra vez!, curva, curva y más curva, tres horas de viaje para llegar a Andahuaylas y pura curva. Pero eso sí, hermosos paisajes, carretera de curvas entre cerros y precipicios, subidas, bajadas, de cuando en cuando viento helado, luego calorcito, precipicio, altura y más altura, casitas por aquí, casitas por allá que me hacían pensar en donde quedaría la tan famosa Hata Huasi de mamá y si algún día la conoceré...
Llegue a Andahuaylas a buena hora, hice mi chamba y... ya mi cuerpo estaba sintiendo el cansancio después de tanto viaje, busque un hotel y conseguí uno muy bueno, me di un baño y me dormí hasta el día siguiente.
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