Arequipa y Huancayo

Esta vez me tocó regresar a Arequipa, de chamba como siempre, pero, esta vez con el reloj corriendo a mil por hora y si desperdiciaba un segundo, seguro Thanos se saldrá con la suya en Avengers 4... que estoy hablando, bueno, ustedes saben, el guantelete del infinito, Dr. Strange y los universos paralelos... ¿me entienden?, ¿Deadpool y los viajes en el tiempo?... ¿no?... ok, ok, entonces continúo. 
Resulta que tenía que correr por qué nuestros tiempos de entrega estaban ajustados y era muy probable que ni siquiera dormiría en una cama por algunos días. 
Bueno, acepté el reto ya que teníamos cinco días para distribuir Lima, norte, centro y sur. A la tía Rulitos le tocó norte, mientras que la distribución en Lima quedó en manos de la gente del taller y a mi me tocó Arequipa y Huancayo. 
...¡Challenge accepted!.
Lo principal era salir ya, ya, sin perder tiempo, al toque  llame a Tepsa para salir lo antes posible, era la una de la tarde (tenemos servicio preferente por ser empresa) y me consiguieron un asiento “cama suite” a las tres de la tarde, lo cual estaba bien para viajar dieciséis horas hasta Arequipa. Con lo cual gane mucho tiempo, pero eso de “cama suite” era... ¡mentira!, solo son asientos reclinables que de comodidad no tenía nada y de no ser por qué el pasajero del otro asiento se bajó en Camaná, hubiera llegado totalmente encogido y adolorido a Arequipa. 



Y llegue al día siguiente a las ocho y media de la mañana, todo matado, pero con una sola idea en mente: ¡a correr!...
Al toque tome un rocanroll y me fui a Cayma cargando mis paquetes, llegué, instalé y salí al toque rumbo a Porongoche, pero, ¡oh dilema!, todos los carros son minis, tipo Tico y no entraba el material, en el terminal no tuve problemas por que si habían station wagons... ¿y ahora?, piensa, piensa, piensa... ya hace su hambrecita... un cafecito con chicharroncito después, encomendandome a los Apus y recolectando energía cósmica del Misti, salí nuevamente a buscar un carro para ir a Porongoche. ¡Suerte la mía!, pasó un carro, igual, era mini, pero toda la maletera estaba vacía y, echando los asientos de atrás, había suficiente espacio para mi paquete. 
 


Listo. Salimos rumbo a Porongoche, llegué, instalé y ahora tenía que salir rumbo a Huancayo. 
Ya era como medio día y cómo estaba por Porongoche, se me ocurrió regresar al restaurante Aquafish para empujarme un delicioso Cevichopp. Así que pa’ que demorar, pedí mi Cevichopp que vino acompañado de su delicioso y calientito Chilcano de cortesía. 

 
Ya con Gasolina y con baterías recargadas, regresé al terminal para ver la mejor manera de llegar a Huancayo sin perder tiempo. Aunque no lo crean y después de averiguar, la mejor opción era regresar a Lima y de Lima tomar otro autobús a Huancayo (la idea era ahorrar todo el tiempo posible)



Después de averiguar precios e itinerarios, me decidí por Julsa que salía a las dos y media de la tarde y llegaba a Lima a las seis de la mañana, con eso tenía tiempo suficiente para empalmar a Huancayo. 
Setenta soles me costo el pasaje a Lima en “bus cama”, lo cual estaba bien comparado a las agencias conocidas que sobrepasaban los cien soles en asiento cama. 
Listo, eran como la una y algo, así que, recién pude respirar y agradecer el solecito con el que me recibió Arequipa, ciudad hermosa y tranquila, siempre con el Misti omnipresente. Tierra de José Domingo Perez, nuestro súper fiscal que lleva una gran responsabilidad sobre sus hombros... pero esa es otra historia. 
Cómo tenía tiempo, aproveché para hidratarme y me tome un refrescante jugo de fresa heladito. Aproveche para buscar, vía app, un pasaje al día siguiente de Lima a Huancayo y encontré un bus a las nueve y media, le di a comprar, pagué, listo, en menos de cinco minutos. La compra de pasajes por app es conveniente cuando tenemos tiempo y es aconsejable por que nos permite encontrar el mejor precio y la hora conveniente a nuestra necesidad. 
Me dieron las dos y media de la tarde y previo pago de derechos por ruta larga de dos soles (?), subí al bus a la hora exacta, no me puedo quejar del asiento, si era asiento “tipo cama”, me acomode bien, a un lado del asiento había salida USB para cargar el celular, algo que se agradece por que la batería ya estaba muriendo y bien muerta, así que la hice resucitar. 
Cómo toda empresa que se respeta y no respeta a sus pasajeros, el carro no salió a la hora, recién salió a las tres y diez de la tarde y, si no hubiera aire acondicionado nos hubiéramos achicharrado, pero así es la falta de respeto a los pasajeros, además de la inseguridad ya que el bus paraba en carretera recogiendo pasajeros, inclusive, pusieron una colchoneta en el pasadizo para que un pasajero viaje en ese espacio. Lo más desubicado del pata que atendía es que, por micro empezó a hablar del mal olor de los pies y nos dijo que “estaba prohibido” sacarse los zapatos. Luego nos dio de cenar a las cinco de la tarde (muy temprano para mi). En fin, son realidades de nuestro país. 
Desperté como a las diez de la noche, empapado en sudor y con un calor infernal, revisé el aire acondicionado y no estaba funcionando, me fui a buscar al chico que nos atendía (lo digo así por que no tenía trato con la gente, errores de concepción) para ver por qué no había aire acondicionado y me dijo que se había malogrado y que si quería podía abrir una pequeña ventana arriba de la ventana más grande. Tuve que hacerlo con el riesgo de amanecer torcido por el aire frío que ingresaba. Por suerte no era el único que se moría de calor y pues, corrimos el riesgo. 
Llegamos a Lima a las seis y diez de la mañana, la agencia quedaba en veintiocho de julio en la Victoria, tomé mi rocanroll rumbo al terminal de Plaza Norte y llegué como a las siete y media. 
Ya en el terminal de Plaza Norte, sorprende ver el orden y la distribución de las agencias, todo se ve amplio y ordenado, hay suficiente personal orientador que te puede ayudar por si no encuentras la agencia o si quieres ir a los servicios higiénicos. Y si no fuera así, hay una pantalla táctil interactiva que te recomienda agencias solo seleccionando el destino en el mapa del Perú. ¡Ni en el aeropuerto!.
Cómo estaba de viaje en viaje solo lavándome lo más que podía en los baños de los terminales, iba a hacer lo mismo y me di con la sorpresa que también hay duchas... ¡si, duchas!, por la suma de siete soles te habilitan un baño particular con inodoro, lavatorio y ducha con agua fría y caliente. Eso si, el agua en la ducha es solo por ocho minutos, tiempo suficiente para lavarte todas tus cositas y refrescarte. 
Como consejo les diría que, si desean usar el baño y además ducharse, mejor hagan su colita para la ducha por que como les comenté es un baño completo. Si solo quieren usar el baño, se paga aparte para ingresar al baño público. Si no es muy urgente, mejor esperar y nos ahorramos cincuenta céntimos. 
En mi caso, me era urgente usar el baño, me estuve aguantando desde Arequipa y ya estaba como Martin Romaña, me disculparan, pague mis cincuenta céntimos aparte ya que no podía esperar la colita para la ducha. 
Otro dato, si no quieres gastar en baño, una vez que pagas tus derechos por ruta larga (?), puedes ingresar a la sala de embarque, donde también hay servicios higiénicos y ahí el ingreso es libre. Para tomar en cuenta por qué a veces vamos con presupuesto Chihuan y estamos con las justas. 
En fin, llegó mi bus de la empresa “Apocalipsis”, cómo toda empresa peruana que se respeta y no respeta a sus pasajeros, llegó retrasado... solo en Perulandia. 
Bueno, subí al toque al bus, ignorando por completo al energúmeno que verificaba nuestros boletos con una actitud poco más que cuestionable de lo cual no dire más para no alterar a mi hígado con malos recuerdos. 
Ya en el bus tuvimos que aguantarnos toda la cátedra y sabiduría del terramozo acerca de la granola (qué chiste) de sus poderes místicos y curativos, etc, etc. 
Como yo no como granola y mis intereses son otros, me puse los audífonos y a escribir. 
Llegamos a San Jerónimo, nombre que me suena conocido por qué más de una vez lo escuché en las historias de mi abuelo, historias de aventura a caballo y monte, entre río y chacras. Aquí paró el bus para que los pasajeros almorzaran ya que el viaje de Lima a Huancayo es de nueve horas en el mejor de los casos y estábamos por la mitad de viaje y había que engreir al estómago por que si no nos protesta y no nos dejaría tranquilo hasta Huancayo. 
Bajamos, pude haber comido en el restaurante del lugar pero estaba repleto de gente (no éramos el único bus) y además el pata que se pasó hablando todo el camino nos advirtió que solo teníamos media hora para almorzar y que el bus no esperaba a nadie, así que más allacito vi a una señora que tenía su mesita con unas banquitas y una pizarra que decía “pollada”... ah no, pa’ luego es tarde, apurando el paso, con los ojos brillosos y salibando le dije: tía, sirve uno parte pecho. 
Por diez soles me sirvió en un plato descartable su papita sancochada, con su ensaladita de col blanca y su presón de pollo... aunque me lo imaginé más delicioso, tenía buena sazón y pasó la prueba así que repetí. Y todo en menos de media hora. 
 


Ya con el estómago contento y el corazón lleno... perdón, al revés, subimos al bus nuevamente y ahora si, rumbo a Huancayo. 
En más de una ocasión les conté de los maravillosos paisajes de mi país y el tramo a sierra peruana es un deleite para la vista: ríos, valles, lagunas, cerros, montañas, planicies, se mezclan colores verdes, grises, marrones, azul y celeste cielo, blancos nevados, ichu, sol, lluvia, granizo, nubes, cascadas, todo se mezcla para placer de los ojos. 
Llegué de noche a Huancayo, tranquilo iba a caminar para llegar a la avenida Ferrocarril que es la avenida principal, pero me advirtieron que tuviera cuidado por qué era peligroso a esa hora (aproximadamente siete y media de la noche), así que por precaución tome un taxi y pedí que me llevara a un hotel bueno, bonito y barato... y me llevo a un hotel que si era barato pero... nada más. Así que decidí buscar un lugar para pasar la noche y camine varias cuadras por la avenida Ferrocarril hasta que decidi buscar un booking como última opción ya que no encontré algún hotel por la avenida.
Me hospede en el hotel Debri que está a unas cuadras de la avenida, en la cuadra ocho de la calle Arequipa, un hotel limpio y cómodo que si recomendaría además de tener un buen precio. 
Así fue que vencido por el cansancio me cobijé en mi camita y esperé a cerrar mis ojitos de sueño... y esperé y esperé... ¡y el sueño nunca llegó!. Mi cuerpo estaba cansado pero no tenía las ganas de descansar, y me quede despierto como hasta las cuatro de la mañana cuando por fin se cerraron mis ojos. 
Desperté como a las siete de la mañana y no sabía que hacer así que me di un baño helado, delicioso con esa agua heladita en provincia, aliste mis cosas y luego a desayunar al point recomendado, el restaurante Leopardo. 
Uy, pa’ que te cuento, me recomendaron el caldo de mondongo o caldo de mote o patasca... rico, rico, rico, acompañado de su cafecito y su pancito, que más se puede pedir. 

 
Luego del gusto, salí a caminar un rato por las calles de Huancayo, algo modernizadas y diferentes a las calles de otras ciudades del centro del Perú, aquí ya predomina el cemento y ladrillo, la mayólica y el asfalto. 
Sin querer me dieron las diez de la mañana y llegué al lugar donde debía hacer mi chamba, puntual como siempre. Cliente conforme, ahora a alistarse para regresar a Lima. Seguí dando un pasito por el parque Tupac Amaru donde había un montón de escolares practicando al parecer para un desfile o evento próximo. Lastimosamente, mi bus salía a la una de la tarde y ya tenía que ir al terminal. 
Pero antes, tocaba almorzar y al costado del terminal terrestre, por la calle Salcedo habia un restaurante humilde pero de buena sazón, era mi último almuerzo de este viaje, me tocó en Huancayo y fue delicioso: una sopita de morón y pollo a la caja china con sus ricos frejoles, ayayay, pa’dentro. 
 




Ya después de eso y con la panza satisfecha solo atiné a pasear por ahí y por allá con prisa por qué mi ya iba a salir y con algo de pena me tuve que regresar a Lima. 
Pero el gusto de lo vivido nadie lo quita, los paisajes, respirar aire fresco, comer peruano y pasear, es lo mejor. 

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